Al subir por la verea del molino había cartillas de El Centro rajás…color rosa las tapas, las dejaban en el Centro para cotisar una gorda…estaban rotas muchísimas.
Alguien cayó en la cuenta que aquello delataría, porque también era pecado pertenecer a El Centro…
Tenían en las puertas de toas las casas media cuartilla clavada con chinchetas que resaban: “Hay que respetar esta casa por ser personas de orden”
Y es que no prendieron a nadie. La gente decía: “Ya veremos, esto es hasiendo una llamá”
El comandante de puesto, el sargento de las Vendas, por las que llevaba en los pantalones, como los regulares, desía: ¡“Y es que los fasistas no son tan malos, ahora, cuando yo me vaya, os enterareis”!
A los dos meses se fue y vino Aguado, algo roete, de familia de rojos y el cabo Hernández, eran apañaos y la cosa no fue muy mal…Entonces alguien los denunció por que no hacían justicia… tal y cual, y se los llevaron al cuartel de la Falange que estaba en la casa de Agustín Colita, que tenía un atravesaño en el cuerpo casa, una lazá de hierro para colgar la romana pá pesar y los colgaron de allí, atados de las patas, le arrearon castaña. A uno menos que otro, porque era hermano del alcalde.
Transcripción: Luis Torremocha
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