Una vez tenía la moto escacharrá y no le arrancaba. Él andaba trasteándola: pacá, pacá pallá y… no, ná,… que no arrancaba. Entonces se presentó uno que algo sabía de mecánica y le dío:
-D. Timoteo, ¿por qué no le toca Ud. ahí?
Tocó y la moto: ram, ram, ram…
Nuestro párroco motero, sorprendío, exclamó:
-Si no lo veo, no lo creo.
Y el auxiliador que responde:
- Ya sabe Vd., el cabrón es el último que se entera, y
D. Timoteo que contesta:
“El interesaaaado, hombre, el interesaaaado.”
D. Timoteo aquel, un entierro, se murió la mua de Las Chapas, una ía de Juan Vela. . Había muncha ente. Entonces el cura iba al cementerio y la calle abao la ente iba hablando.
Por la puerta de Berruca paró y dio:
“Voy a hacer tres advertencias:
1ª: ¡¡No se habla durante el entierro!!
2ª: ¡¡No se fuma durante el entierro!! Y
3ª: ¡¡ Descubiertos!!
Bueno, y otra:
¡No pueden entrar los perros en el cementerio.”.!
Bien, tiran pá bao y la ente, claro, empieza a hablar otra vez. D. Timoteo se para y grita:
“¡¡ PARAN… u OTORGO OTRAS MEDIDAS!!”…
“Es que se irá a liar a galletas ya”, comentaban.
Seguían hablando. Total, llegamos al cementerio, el cura entraba hasta el nicho. En la puerta se quedaba muncha ente.
Frasquito Acinto lió un sigarro bien gordo, ve venir al cura y dise:
“Me quitaré de aquí, que estoy fumando… y ese me va a querer pegar y ¡ yo no ME VOY A ESTAR QUIETO.!”
Transcripción: Luis Torremocha
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