Como era rácano, tenía la despensa cerrada con llave y se la llevaba siempre. Hiso el ama de llaves un día de invierno gachas y le salieron mu blandas; la probe, era casi la hora de comer y no sabía lo que le iba a haser a las gachas.
“Bueno, yo voy a ir a la ilesia, a hablar con Pepe el sacristán y le voy a desir que le diga al cura en latín que me dé las llaves de la despensa, que las gachas han salio mu blandas.”
El sacristán: (imitando el gregoriano)
-Di-se Ma-ría la nos trua que me des las llaves del ha-ri-ne-us… que l’ ha salío blan-des el gacheus...
Dise D. Antonio:
-Dí- le a María la nos-trua que no le doy las llaves del ha-ri-neus, que les meta me-chá-nis, me-chá-nis hasta que haga fós-foro, fós-foro-faaati. (Sic, Cristina)
D. Antonio era mu despistao: Le vendió 12 fanegas de trigo, la sirvienta, se las quitó, y le dío” eso son los gorriones, las palomas de la torre… ¡como las ventanas están abiertas!”
Y él se lo creyó: “bueno, así será.”
Con esto de las mandas había en Casarias una viencita, en la esquina, que está toavía. Toreó uno del Arroyo Coche que le desían Curro Amores. A los pocos días, una hermana, como salió bien de la corría, fue y le llevó un litro de aseite, se lo deó allí., en el nichillo. Aquel día no tenían gota de aseite pá comer en el cortijo. Dío Juan José, el manijero:” ¡bueno, ea, ya pá hoy tenemos aceite”!
Transcripción: Luis Torremocha
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