Chiquillo, no lo admitían que nos fueran a echar tan pronto. Uno, ¡qué el Señor lo tenga en su santa gloria!, má sinvergüenza, na má que con el oío puesto. Después no le hablaba a nadie. Se levantaba de madrugá y no daba ni los bueno días…
Cuando mus metieron presos, nadie sabía ná. Cuando ya se dío por lo que era, él desía: “lo que era mester es que le metieran una que muaran el pelleo”.
(Antonio) un tío político de mi muer, Urbano, guardia sivil, vino a hablar con el cabo, que era su amigo: “mira, que esta ente es buena, que te tienes que portar bien con ellos…”
Cuando yo entré en Nateras, el día de S. Antonio, éramos 4 ó 5 Antonios (Antonio El Brevo, Antonio Luque y su ío y yo, o el ío entró má tarde). El primo del Nene, Carlos, mus trao unos resfresquitos. De Nateras mus llevaban, de noche, en un 1.500 a la comisaría a declarar.
Bueno, cuando yo llegué, ¡mira que panorama!: estaba “Jorge”, maniatao al pasamano de la escalera, Benardo al manillar de una moto que había allí.
Miguel: “yo estuve también atao a la moto. A las cinco de la tarde me disen:’ ¿tú has comío? ¡Yo qué voy haber comío!, ¿tienes dinerillo alguno?, alguno tengo, pues dame que vaya y fue por un bocaillo.”
Frasquito el de Rigos:” yo estuve en los dos laos, en la escalera y en la moto, noches enteras.”
Transcripción: Luis Torremocha