Cuando la caía aquella, la del 70, el veterinario, D. Emilio: “Anda que diga ahora que en su pueblo hay más comunista qu’ aquí.”
También estaba Fiambrera, que era pelirrojo, con los pelos revueltos, que era de Cútar, tenía un quiosquillo y lo mareaban muchísimo, hasta lo hasian llorar. Unos caramelillos maluchos, endebles, se le derretían al sol.
Venía también aquella rubia, que vendía arvellanas y le hasian trastás: una trupe de rapagones le tiraron las arvellanas y se mató llorando, la pobre.
El guardia civil aquel que le pegó el tiro a El Espartero, que lo deó coo, le pusieron también Fiambrera.
Los feriantes, que eran siempre los mismos. Vino uno, el de los cuadros, con una guapetona y se la llevaron unos cuantos al arroyo Aranda. Pasó lo que fuera. Pedro Rios vió la cosa desde su corral y después lo selebraba mucho. Bueno, los metieron presos y, a Pedro también, y el padre luego le desía: “Periquillo, otra vez que te metan preso que no sea por ver los toros de la barrera.”
Era Encarnita o…Elisa. Fueron a buscarla, la llamaron y ella contestaba: Aquí estoy en estas ¡profun-Di-Da-deees!
Es que en aquellos tiempos el aburrimiento en El Lugar era tremendo. Mucho trabao, de sol a sol, en los cortíos y no había ná que ver, ná… ¡Hay que ver!: Chiquillo, unas borracheras, quimeras, quimerasos…surgían matones…
Transcripción: Luis Torremocha
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